J.O.B. era un buen padre de familia, tenía muchos hijos y a todos los quería por igual.
María, su esposa, les elegía nombre con gran tino casual:
Degás, tenía cara de butanero, Ildefonso de lotero, Mario de fontanero y Cristóbal de taxista.
Rómulo sin embargo se parecía más a su hermano y Rosa de jardinero.
Al cabo del tiempo, cuando ya nadie esperaba más, aparecieron las gemelas Esperanza y Esmeralda, un poco raras de definir y siempre en otra dimensión.
El problema llegó justo el día en que María, curiosamente al cascar un huevo...¡sorpresa!, un pollito con mucha impaciencia no le dejaba de piar.
Fue el momento más tenso e irreparable, donde María, sin palabras y J.O.B. desconcertado, no pudo otra cosa que comentar:
- - “¡Mujer! Cada día te superas. A ver ahora qué nombre a éste le vamos a dar”.
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