jueves, 16 de mayo de 2013

Adivina adivinanza




El cabo Hopkins repartía las cartas con la izquierda.
Uhm… Gina, su viuda, era aún más ágil con la derecha.
Charly, el repartidor de los recados tenía fama de amanerado.
Spencer en cambio tenía todo ese lado escayolado.
Yo en cambio, ambidiestro. Lo que la derecha se curraba, la izquierda se lo beneficiaba. Y si no… que le pregunten a Gina.
Pero, si los cuatro posábamos la misma mano sobre la ouija…
¿Quién me cruzó el lado derecho de la cara?

 

Estimados seguidores, si es que aún sigue alguien por aquí. He decidido manifestarme. Y aunque éste no llegó a tiempo para el concurso del REC, lo tenía en la cabeza y al final lo escribí.
Hay muchos motivos para manifestarse, lo sé, pero hoy he decidido hacerlo de la manera menos agria posible, porque de la otra me expresaría y me expresaría y me expresaríiia.......
¡Y lo haré!
No sé cuándo volveré, ahora me encuentro en el más allá de las letras y con esta falta de sintonización os podéis imaginar el pluriempleo de mis musas.
Encantado al menos de poder escribir esto



lunes, 14 de enero de 2013

Aire


Imagen para la propuesta mensual de "Esta noche te cuento".



La imagen que ahora memorizo es difusa, pero recuerdo que todo comenzó al presenciar casualmente como un hombre, de aspecto rudo, asfixiaba a Carmen, mi vecina.

Mi situación ya era extrema, tras el forcejeo con Ángel perdí el conocimiento y al despertar me encontraba maniatada y encerrada dentro de algo que podría ser un ataúd.

¿Cómo imaginar que con las prisas para no ser vista olvidaría las cartas sobre el muro?

Tratando de no perder la calma, tanteándome, encontré un encendedor que el muy sádico había colocado. Estaba dispuesto a hacerme sufrir.  

Durante todo el día el revuelo policial en casa de mis vecinos me tenía inquieta, pero más aún cuando comprobé que quien dirigía la operación era un tal Ángel Castro. Creo que nos reconocimos al mismo tiempo, él mi pánico y yo su mirada de satisfacción.  

Con el encendedor pude ver lo delicada que era mi situación, hilos de arena se filtraban por las fisuras del cajón. Dentro de mi angustia iba notando cómo me quedaba sin aire.

Cuando más asfixiada estaba comencé a tomarle gusto a mi mordaza. Eran los labios de Ángel, mi marido, con sabor a rico y reanimante café.

Tan rudo para unas cosas…


Este texto que leéis corresponde a  mi participación de enero en el blog "Esta noche te cuento" -seguid enlace si queréis colaborad con comentarios o leer al resto de los micros participantes-. Ultimamente ando algo desligado de vuestra lectura y de la escritura también. Esto es achacable a que mi trabajo requiere de atención, pero claro, esta atención me aleja de aquí y mis musas se cabrean y me las tengo que camelar más de la cuenta. No sé cuando podré volver a una regularidad ya que la cosa está delicada. Hasta otra y espero ir recuperando hábitos según pueda.