El carnaval del cómic acaba de elegir su Drag Queen del año. Con el nombramiento por parte del jurado y de Tintín Porky, los fuegos artificiales rematan una Gala pletórica en público y acertada en ambiente. Es el momento oportuno para desaparecer o participar del verdadero carnaval, el del pueblo.
Mientras unos buscan su retiro, otras mascaritas ya ansían el ambiente de chiringuitos y baile.
Las risas, los gritos y las ganas de juerga van siendo devorados por el puchúm-puchúm-puchúm de las torres de sonido que ya dirigen el rebaño.
Tres Hello Kittys picaronas bailan, destacando su corsetería, una sopechosa enfermera de patas peludas se ofrece para dar fe del perfecto estado de las gatitas.
Entre el bullicio, Ofelia, la secre de Mortadelo y Filemón, con su talla 140 va apartando gente a golpes de ubre.
Un bebé va ofreciendo su chupete a quién lo quiera y algún que otro Carpanta ya hizo la cama en el banco de la calle.
Hoy es el día de las reinonas y con lascivas y viperinas lenguas van en séquito saludando a quien se les acerca.
Las horas pasan entre bailes, copas algún que otro malentendido sin mayor importancia, la vida comienza en las inmediaciones.
Sentado sobre la acera, se puede ya encontrar a un payaso, cabizbajo y con la mirada "doblemente" perdida sobre restos de su cena mezclada con ese surtido garráfonico de brebajes engullidos.
En la esquina del fondo, sobre el capó de un coche, Catwoman y Superman nos muestran cómo la cordialidad entre superhéroes de distinta editorial no está para nada reñida en la fiesta del carnaval.
Supernenas, dejan ver sus blancos culos entre dos coches. En la fachada de enfrente Súper Mario Bross grafitea la pared, algo tiene entre manos, moviendo el culo se tambalea y zigzaguea. En la misma acera, al fondo el chino del 24 h. corre a escobazos a un desteñido travesti de tres tetas. Dos más o menos en su sitio y otra fresquita en la barriga.
Y el hombre enmascarado…desde su atalaya, mientras despunta el día, observa la ciudad.