domingo, 4 de septiembre de 2011

Pedro nuestro que estás en los cielos


Muy amado por ellas y muy perseguido por ellos, a Pedro de la Cosa le llegó su hora. En su lecho y sin más indicado confesor que un servidor, relajó todas sus culpas y favores compartidos.
De tanta grandeza  y calado quedó su “nobleza” que impactado, a sus compungidas fieles les construí  su propia iglesia.
Tras un sentido pedronuestro y una vez predicada su palabra, terminamos comulgandonos las penas en su nombre.
Y dándonos las gracias, hasta otra misa nos despedimos.

1 comentario:

  1. Bíblico muy bíblico, si señor. Se ve que tuvo una vida de lo más...
    Un saludo.

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