domingo, 25 de septiembre de 2011

Otoñal tesoro



“Amanecer de otoño” de Antonio Machado
“Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador”.
    - o -- O -- o -
Parece un poema escrito por mí…jejeje.
Me envuelve en mi infancia, hasta recuperar matices y experiencias, vivencias y anécdotas que familiarizan con el poema encontrado.
Me contacta con la naturaleza, la vida de una inacabada ciudad.
A metros de canteras, a metros de campo, a metros de un rio que dio vida a mi ciudad.
Rio que me convierte en explorador de parajes adustos y apartados, que me traen al recuerdo la alameda de sus labios, las moreras que alimentan a mis gusanos de seda. Las vacas, que sobre mi jarrillo de aluminio  y con ese sonido tan particular, vierten sus tetas la espesa leche y que tras hervir y reposar, con dos dedos arrebatan su gruesa capa de nata. Mi madre testigo de todo, de reojillo y con una sonrisa, me autoriza a arrebatar.
Me devuelve la vida a un paraíso, viejo y ya olvidado, donde jamás encontré lo que había buscado. Paraíso ya tapado y condenado, bajo el yugo de una expansión acorde a lo socialmente necesitado.
Sustituyen polígonos, asfalto y sonidos de engendros mecánicos que un día acabaron con carrizos, cañaverales y grandes plantaciones. Campos donde furtivamente de crio con empachos de habas disfrutaba, hasta que de los guardianes perros por patas escapaba.
En otoño crecía mi charco, frente a mi portal, ese de mis altas botas katiuskas, de botas no por altas caladas de agua y barro y calcetines casi para tirar ¿quién a un chiquillo de ocho años, en plena naturaleza sana es capaz de controlar?
Charco que inmortalicé y a la vez condené. Una foto, con agua hasta las rodillas valió para espantar a  mis ranas, postergar a mi barquito de papel, descubrir lombrices y alúas que con sus brillantes alas, servían de reclamo sobre trampas, para engañar a gorriones que nunca conseguía apresar.
Mal cambio. Alquitrán, coches, espejismo de hervidero a las tres.
Ahora, con más años, en otoñal estado, persigo lo mismo. Tal vez ese árbol de los caramelos, con su celofán de colores…con sus colores alegres y animados.
Encuentro a cambio recuerdos de otro tiempo, mejor incluso que si hubiera sido soñado. Recuerdos de mi gran suerte. Recuerdos Junto a una gran alegría, tesoro de mi vida, tesoros que cualquiera desearía.
Otoño que descubres a un amigo que te respeta, que te reconoce por tu labor, como a alguien nunca valorado. Amigo que te descubre otros otoños, que antes no entendías. Dúrame siempre otoño, yo te contaré y tú paciente, me prepararás hasta el invierno.

2 comentarios:

  1. Que hermosos recuerdos del otoño.
    Has conseguido que me transportara a mi pequeño pueblo en esos dias otoñales de lluvia, con las botas, con los charcos.. y es que como tú dices.. quien controla a un niño en esos días magicos?
    Ojala pudieramos disfrutar siempre del otoño en los prados, y no tuvieramos que cambiarlo por el duro alfalto..

    Aunque te cuento un secreto, en el asfalto el otoño tambien tiene su encanto... solo hay que saber buscarlo.

    Besitos otoñales.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Gala, me alegró que te gustara. Este es un gran secreto compartido.

    ResponderEliminar