Estaba algo manoseado, el desgaste producido por tantas manos, a pesar de no molestarme, hacía sospechar que de esta vez tampoco iba a lograrlo.
La primera impresión siempre era perfecta, una sonrisa, un gesto de grata sorpresa…todo me animaba a presentir una buena acogida, y aunque sabía que podría ser usado, no me importaba.
Me iban las chicas, jóvenes o mayores, me daban igual. Era llegar a su cuello, detrás de sus orejas y…el resto era solo dejarme actuar.
Vanas ilusiones, el dorado anterior era sustituido por el rojo matizado y de nuevo envuelto y virgen me encontraba empaquetado.
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