El Destripador de Ilustres

Desde que le puse el ojo encima ya sentí algo de asco.
Allí estaba ella, ágil y ligera con sus pasitos cortos. Ridícula, intranscendente y totalmente desapercibida por los demás.
A veces me pregunto si disfrutarán de la vida, si tendrán temores,  si se hipotecarán.
No les imagino una lujuriosa vida sexual.
Realmente ¿quién las echará de menos?
No me costó absolutamente nada imaginarme su agonía. Es...la parte más…¡uf! del subidón. Es saber que uno hace un bien a la sociedad.
Metódicamente, como en otras ocasiones, esperé el momento adecuado, me limité a acecharla sin tan siquiera pensar si era observado y.... ¡zas! …ahí quedaba ella, agitándose para mi delirio, ante mis ojos, en sus últimos espasmos.
Fue observando los restos en mi arma mortal cuando sentí verdadera preocupación:
A ver cómo le explico a mamá ahora, el  manchurrón en el ojo de la Esteban.